domingo, 30 de agosto de 2009

OBSERVATORIO DE AGOSTO


Calor y más calor. Así podemos definir cómo ha sido este veraniego mes. Algunos chubascos sí que descargaron dando de beber a los sedientos campos y montes. Poca agua para tanta tierra.
En el borde de la acera que hay delante de casa ha aparecido una matita de verdolaga (Portulaca oleracea). Al final de sus tallos de hojas carnosas se dejan ver sus pequeñas flores amarillas que se cierran cuando ya no pueden más de calor, para abrirse de nuevo a la mañana siguiente.


En agosto todo se para. La vida se ralentiza. Un alimoche adulto y solitario ciclea en la zona de El Palomar. No suele verse, pero el hambre mueve a los buitres del Duratón y del Riaza. Más fácil de observar son los buitres leonados y algún que otro buitre negro.
Los trigueros se mueven en grupos familiares por los labrantíos. Muchos volantones, asomándose a la vida, son aprovechados por los veloces alcotanes para llevar presas fáciles a su tardío nido.



Ahora más que nunca apetecen los paseos nocturnos por caminos y cañadas, bajo la luz de la luna o de las estrellas. La experiencia no se olvida. El triángulo de verano que forman las estrellas Vega (Lyra), Altair (Aquila) y Deneb (Cygnus) iluminan la cúpula celeste y nos sirve de referencia para avanzar más en el conocimiento del Universo. Sobre el dia 10 (San Lorenzo) el espectáculo de la lluvia de estrellas convoca a muchos aficionados a la astronomía. Este año, especial por cumplirse los 400 años desde que Galileo mirara al oscuro cielo con un telescopio, ha servido de aliciente para programar muchas actividades nocturnas.


(c) Foto Ernesto Sánchez-Cabezudo

A finales de agosto los cardos corredores empiezan a amarillear y en sus territorios aparecen las primeras quitameriendas (Merendera montana). Se trata de pequeñas plantas bulbosas que en esta época  del año asoman sus delicadas flores rosadas-azuladas indicándonos que el verano empieza ya a terminarse, con sus tardes más cortas y frescas que nos quitan las ganas de merendar en el campo.

 

Muchos pueblos se engalanan es estas fechas para celebrar sus fiestas patronales. Grajera vive San Vítores y las gentes participan en verbenas y actividades diversas. Agosto son vacaciones.

Y comienza el paso migratorio de las aves transaharianas. Se oyen los primeros reclamos de Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), pájaro que en estas fechas se pueden ver en cualquier sitio arbolado. Desde sus atalayas en las ramas de árboles se lanzan detrás de los numerosas dípteros que ahora dominan el aire.

 


lunes, 10 de agosto de 2009

EL SILENCIO DE LOS VENCEJOS



Los vencejos son aves vistas y no vistas. Apenas podemos fijarnos en sus cuerpos cuando pasan por encima de nuestras cabezas como rayos negros chirriantes. Forman bandos numerosos que se persiguen llenando de alegría calles y ciudades. No se posan en los árboles ni en el suelo. Son máquinas voladoras que sólo tocan algo sólido cuando están en el nido bajo una teja o en la grieta de una pared. Y es que realmente no son pájaros (paseriformes) como las golondrinas o los aviones, sino que pertenecen a un orden de aves emparentado con los colibríes americanos. (apodiformes). Sus patas son tan reducidas que apenas son un puñado de dedos con garras. Su nombre científico Apus significa eso: sin patas.



Su vida es el aire: comen, duermen y al parecer copulan también en el aire. Son auténticas barredoras de los cielos, atrapando cientos de insectos en continuas pasadas. Su color negro atrae los rayos del sol y ayuda a calentar sus cuerpos en continua corriente. Su nicho ecológico se encuentra en las alturas, por encima de aviones y golondrinas con los que comparte el plancton aéreo. Aprovechan las corrientes térmicas que elevan muchos insectos hacia arriba donde son capturarados sin dificultad.



Los vencejos comunes (Apus apus) vienen todos los años desde África a finales del mes de abril y permanecen sólamente tres meses antes de regresar a las selvas tropicales donde pasan el invierno. Por eso, a finales de julio van desapareciendo de las calles, plazas y avenidas de nuestros pueblos y ciudades. Coinciden en su partida con las operaciones salida de las vacaciones de agosto y por eso la percepción de las ciudades vacías y calladas se acentúa también por la ausencia de nuestros vecinos los vencejos. En Grajera, sin embargo, no han criado, pero se han visto habitualmente en pequeños grupos alimentandose por encima de la iglesia.