lunes, 30 de noviembre de 2009

OBSERVATORIO DE NOVIEMBRE

Quizás haya sido uno de los meses de noviembre más suaves de los últimos años. Y es que las heladas han tardado en llegar y las nieblas, tan típicas de esta época en toda la meseta tampoco han sido habituales. El día 8 se vieron las primeras nieves sobre el macizo de Ayllón pero a los pocos días desaparecieron.



Por los campos aparecieron las primeras avefrías en bando de unos cincuenta individuos, aves que pasan el invierno entre nosotros disfrutando de un suelo menos helado del que presentan sus zonas de cria. Otros invernantes como alondras comunes, bisbitas comunes, muchos petirrojos, milanos reales, pinzones vulgares y lavanderas blancas van ocupando sus territorios. Los cereales nacientes van verdeando los paisajes agrícolas mientras que los árboles del soto siguen perdiendo sus hojas dejando entrever los ya ocráceos robles melojos del cercano monte. Los cardos son visitados por bandos cada vez más numerosos de jilgueros, a veces mezclados con pardillos y verderones. Los lúganos aún no los hemos registrado por Grajera.



A mitad de mes colaboramos en el censo de otoño que cada año se realiza en las Hoces del río Riaza y sus inmediaciones para conocer la situación de la población de buitres leonados que habitan en sus peñas y cortados. Es una actividad colectiva en la que paticipan numerosos ornitólogos venidos de toda las regiones.
En estos últimos años se viene constatando una disminución en el número de buitres debido, posiblemente, a la falta de alimento provocada por la normativa que limita la eliminación de cadáveres de ganado en el campo.






En el embalse de Linares del Arroyo ya se ven diversas especies de anátidas como cucharas, cercetas comunes, ánades reales y limícolas como agachadizas, andarríos grandes y algún correlimos común. Garzas reales y cormoranes también son ahora habituales en el embalse.




Los días se van acortando y las noches se alargan. Jornadas cortas de campo y tardes amplias frente a la chimenea. Tiempo para la lectura y para repasar los cuadernos de campo.


jueves, 5 de noviembre de 2009

OTOÑO EN EL ABEDULAR DE SOMOSIERRA

A escasos 20 minutos en coche desde Grajera se llega a Somosierra, ya en la Comunidad de Madrid. Esta pequeña población, situada en el mismo puerto y sierra a los que da nombre, también es conocida por muchos naturalistas porque en su término municipal esconde uno de los bosquetes más interesantes del Sistema Central: el abedular de Somosierra.





Se trata de un bosque relicto de abedul (Betula pendula subsp. fontqueri), especie más norteña de climas más fríos y húmedos y que en la actualidad se encuentra refugiado en las montañas de buena parte de la Península Ibérica testigo de otras épocas. Aquí crece entre robles melojos, serbales, acebos, avellanos y mostajos, aguantando las condiciones ambientales cada vez más desfavorables para la especie, con estaciones más suaves y secas.
En otoño, cualquier bosque caducifolio ofrece al paseante postales de ocres, rojos y amarillos y en Somosierra, en esta dehesa de abedules donde los ganaderos dejan pastar sus vacas, el paisaje se vuelve grandioso. No nos quisimos perder el momento y decidimos hacer una visita a primeros de noviembre.




Iniciamos la ruta y enseguida las sombras claras del bosque medio desnudo nos cubrieron. El suelo del camino era un crujir de hojas de difererntes formas y tamaños, pero también de colores. Otras hojas iban cayendo en una lluvia continua de fibra vegetal, abono nuevo para un viejo bosque bien aprovechado por los paisanos del lugar. Pocas aves detectamos, sólo un arrendajo y algunos mitos y agateadores, que emitían sus reclamos entre ramas y troncos.






Llegamos a la fuente de Fuentefría, de aguas limpias y reparadoras para la sed del caminante. En los rincones del bosque crecían, tímidas, algunas setas, en espera de una mayor humedad que este otoño no parece querer ofrecer. Una gran Amanita muscaria, la típica seta de los enanitos, nos salió al paso con su rojo intenso y sus pintas blancas. Cerca, el rumor de un arroyo de montaña componía una estampa de pintor.




Regresamos un par de horas después, habiendo disfrutado de una mañana de luces y contrastes, de paz arbolada y de deseos de futuro para este interesante abedular.