miércoles, 30 de septiembre de 2009

OBSERVATORIO DE SEPTIEMBRE


Lavandera boyera

Se despide el verano y entra con lluvias el otoño. Los días se van acortando. Tiempo de frutos y frutas, de semillas y esperanzas. Siguen en migración mosquiteros musicales, tarabillas norteñas, lavanderas boyeras, papamoscas cerrojillos y collalbas grises. Sin embargo, los trigueros, aves muy comunes y cantarinas, después de criar han desaparecido.



En mi paseo matinal, esta vez en bicicleta, descubro en una rastrojera siete avutardas. Es la primera vez que la detectamos aquí, aunque por la comarca llevan un tiempo apareciendo de vez en cuando. Se trata, al parecer, de machos de las poblaciones madrileñas que al acabar el período reproductor vienen a veranear a los campos segoviano y sorianos. A mitad de octubre vuelven hacia el sur pero a Toledo o Guadalajara, unos desplazamientos interesantes de estas voluminosas aves.


Avutardas en las rastrojeras cerca de la carretera


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Avutarda macho. (c) Foto Jorge Remacha

Varios corzos se ocultan en el robledal. No es difícil encontar a estos mamíferos por los campos y montes de Grajera, a poco que se pasee con ojos abiertos y pasos callados. Sus territorios son de poca extensión, mucha veces sólo un km. cuadrado, permaneciendo siempre alertas y escondidos en la vegetación. Sólo salen a comer a los claros y con mucho sigilo. Son un regalo para la observación naturalista que los niños agradecen más que los mayores y su imagen se les queda bien grabada.


Corzo   (c) Foto Jorge Remacha

Los aviones comunes forman un bando de un centenar de individuos, antes de desaparecer en los días siguientes hasta la próxima temporada. En estos primeros días de otoño las aves comienzan de nuevo a animarse y algunas ya se han puesto a cantar como los estorninos negros y colirrojos tizones desde las antenas y tejados de Grajera. Las nubes y un ambiente más fresco hacen sentirse en una segunda primavera.


martes, 8 de septiembre de 2009

DISPERSARSE Y VIVIR

Con los calores del verano andan muchas plantas preparando su continuidad en el tiempo, pensando en el futuro que viene, luchando para que todo el sacrificio de sacar flores y frutos no caigan en saco roto. Todas ellas han desarrollado estrategias para que sus herederos salgan adelante.



















En los eriales y bordes de caminos ya están los cardos lanzando al viento sus delicados vilanos, tan livianos que se deshacen casi al tocarlos. Dentro, arropada, duerme la pequeña semilla que un buen día sacará planta para seguir con el ciclo de la vida. Los jilgueros (Carduelis carduelis), con apropiado nombre científico, se aprovecharán de la abundante cosecha sacando de las cabezas florales aquellas semillas más escondidas con las que se alimentarán durante todo el invierno.





Los cardos corredores (Eryngium campestre), que son umbelíferas espinosas, también se servirán del viento otoñal. Una vez que la planta se seque, se desprenderá por entero del suelo y rodará mientras va soltando sus pequeñas semillas por todo el campo.



Muchas otras plantas dependen de los animales para dispersar sus semillas. En los baldíos y campos cosechados crecen al final del verano cientos de pequeñas matas espinosas que se cargan de unos frutos de un centímetro de largo y repletos de ganchos. Cuando un animal peludo pasa por su vera, se llevará de regalo el fruto de esta planta que llaman rascamoños, pegotes o cachurrera (Xanthium spinosum). Después se caerá en otro lugar y la dispersión se habrá producido. Alguien descubrió las aplicaciones de este invento y lo patentó como Velcro.

   

La familia de las Rosáceas, sin embargo, recurren a otra estrategia. Se trata de desarrollar frutos jugosos y apetecibles para un gran número de aves y también de mamíferos. Cuando mirlos, currucas, zorzales, petirrojos o incluso zorros se ponen morados de moras, majuelas, endrinas o escaramujos, lo que consiguen los arbustos es que sus semillas viajen por el tubo digestivo de los golosos animales, superen sus jugos gástricos y posteriormente salgan defecadas en otro lejano lugar. Para que estos frutillos sean irresistibles, muchos son de llamativos colores rojos, anaranjados, azulados o negros que destacan sobre la planta.


Majuelo (Crataegus monogyna)



Zarzamora (Rubus sp.)



Escaramujo, Rosal silvestre (Rosa sp.)





Endrino (Prunus spinosa)

Los humanos hemos aprovechado también estos tipos de frutos, los hemos seleccionado y se han conseguido una variedad enorme de manzanas, ciruelas, peras o cerezas. Sus semillas, en cambio, acaban en el cubo de la basura.