jueves, 30 de julio de 2009

OBSERVATORIO DE JULIO

El calor domina las jornadas de julio. Sólamente a primeras horas y cuando la tarde deja paso a la corta noche se puede respirar. A mediodía la vida parece detenerse, se busca la sombra en las arboledas hasta que el sol va cayendo.. Es verano y en verano hace calor. El arroyo Seco deja algún que otro charco en su cauce que sirve para que aves de día y mamíferos de noche se refresquen.





Las noches suaves invitan a pasear por veredas y senderos, a descubrir los secretos del Universo. Estrellas, constelaciones, mitología, ......mucho que aprender y que admirar. Júpiter nos acompaña y la Luna se asoma proyectando sombras en el bosque y luces en los caminos. Compartimos nuestras miradas al espacio con miles de personas que en todo el mundo participan en el Año Internacional de la Astronomía 2009.





Los gorriones molineros se posan en las espigas del cereal para conseguir algún que otro grano. Por el suelo corretean algunas chinches de campo, cuyos colores de guerra rojo y negro siempre me recordaban, de niño, al escudo de unos nativos africanos.
Es julio, un mes en el que los veloces vencejos se marchan a África. Pronto les seguirán más transaharianos. Las jóvenes lavanderas boyeras se mueven en la junquera que mantiene algo de frescura verde. Los vilanos de los cardos, como copos de nieve de verano, se dejan arrastrar por la brisa de la campiña. La hembra de alcotán incuba en el nido mientras el macho se afana en llevarle presas frescas, muchos volantones de pájaros recién echados al mundo.





Los campos de cereal aparecen recolectados. Las balas de paja dan sombra a las cogujadas comunes, que observan un bando de pinzones vulgares alimentándose en el rastrojo. Domina el amarillo. Pero hay esperanza verde: los campos de girasoles ahora cubren muchas parcelas y sus cabezas miran hacia el alba durante todo el día.


Las lavanderas blancas han sacado adelante su pollada en el edificio del supermercado, alegrando con sus idas y venidas el parque de El Palomar. Más arriba un milano negro cruza volando con un roedor entre las garras.


El día 21 un vendaval tumbó el árbol muerto que vigilaba la picota, desde hacía mucho tiempo, al otro lado del carril del cementerio. Su madera pálida y seca no pudo soportar la furia de Eolo. En la cabecera de nuestro blog permanecerá erguido para siempre.

lunes, 27 de julio de 2009

RUMBO A JUPITER

(c) Foto Wikipedia


Como era casi luna nueva el 25 de julio, desde Grajera Natural ya teníamos preparado un viaje a Júpiter. La cita fue en el parque de El Palomar de Grajera antes de la medianoche. Participaron en la misión ocho tripulantes marchadores y con ilusión. La noche era templada y oscura. Llevábamos en mochilas un gran trípode y un telescopio recto de 1.000 mm. Tomanos el cordel de ganados que se dirige a la Dehesilla, pasando junto a la Poza Chiquita. Caminábamos sin linternas para que la noche nos alumbrara con toda su grandeza. Los campos cosechados aparecían a los lados mientras se disipaba el último resplandor de Grajera.

(c) Ernesto Sánchez-Cabezudo


Llegamos al robledal, cuyos árboles aparecían como sombras delante nuestra. Hicimos una parada junto a la charca para percibir el silencio del bosque y amplificar todos nuestros sentidos. Era una sensación extraña que despertaba ciertos temores en los más pequeños. Sólo el canto de una rana y de algunos insectos nos hizo proseguir el itinerario fijado. Avanzamos hacia el norte, subiendo la ladera, hasta llegar a un alto despejado donde plantar el telescopio.

Ahora, alejados del pueblo, la cúpula celeste aparecía ante nuestros ojos con una inmensidad asombrosa. La cruzaba la Vía Láctea formada por millones de estrellas como un gran río de luz. Mientras montábamos el equipo íbamos descubriendo las principales constelaciones. Encima nuestra estaba Lyra, con su estrella más potente Vega. A su lado el Cisne, con Deneb marcando su cola y también Aquila con su estrella brillante Altair. Estas tres estrellas dibujan el triángulo del cielo de verano. Algunos recordaban las más fáciles: Osa Mayor, Osa Menor y Casiopea. También distinguimos a la Corona Borealis. Era una noche perfecta para aprender y disfrutar.


(c) Ernesto Sánchez-Cabezudo


Una vez instalado el telescopio, lo dirigimos a esa luz brillante que hacía poco tiempo había emergido por el horizonte sureste. Era Júpiter, lejano y grandioso a la vez. Era como mirar a nuestro hermano mayor de la familia solar. Con un poco de trabajo conseguimos enfocarlo y entonces todo su poderío quedó atrapado en nuestras retinas. Júpiter es un inmenso planeta gaseoso de hidrógeno y Helio y muchos astrónomos lo consideran como una estrella fallida. Sus días duran sólo 10 horas y es 318 veces más pesado que la Tierra. Presenta unas bandas que conseguimos ver aunque con dificultad. Su gran ojo rojo de anticiclón no llegamos a distinguirlo pero sí dos de sus brillantes satélites.


(c) Ernesto Sánchez-Cabezudo



Fue una noche intensa que enmarcamos en este Año Internacional de la Astronomía 2009. En todo el mundo se llevan a cabo actos para conmemorar los 400 años de las primeras observaciones con telescopio que realizaron Galileo y Harriot. Seguiremos mirando al cielo.

viernes, 24 de julio de 2009

MISION APOLO

Ya lo habíamos hablado alguna vez. Teníamos que preparar una expedición a las alturas...terrenales. Y como estábamos en el mes de julio, mes de conmemoraciones de gestas espaciales, decidimos participar en una particular Misión Apolo. Se trataba de subir a las montañas segovianas con el fin de encontrar una de las especies de mariposas más bellas que podemos observar en nuestro país: la mariposa Apolo (Parnassius apollo). Una decena de entusiastas naturalistas nos pusimos en camino.


Parnassius apollo escalerae (c) Jorge Remacha

Comenzamos la aventura bien temprano, por aquello de evitar el calor. A los pocos kilómetros de andar por senderos montanos, nos alegramos al ver los primeros ejemplares de apolos. Sus vuelos potentes y majestuosos nos llamó enseguida la atención. Se trata de una mariposa blanca con unos lunares u ocelos rojos y algunas manchas negras. Vive en la mayoría de la montañas de la Europa continental. En la península Ibérica se encuentran diferentes subespecies, cada una propia de un sistema montañoso. En parte del Sistema Central vive Parnassius apollo escalerae, auténtica joya entomológica, que, a pesar de estar protegida, cada vez es más rara.

Un ejemplar de esta bella mariposa se posó un buen rato en una flor y dirigimos sobre ella nuestras miradas y nuestras lentes fotográficas. Fué una delicia observarla y fotografiarla.

Jesús Dorda, Juan Luis Galindo y Jorge Remacha en plena faena fotográfica.


Otras especies de mariposas sobrevolaban la zona: Lycaena (Heodes) virgaureae, Gonepteryx rhamni, Argynnys sp., Melanargia, sp,... tal como nos lo describe Jesús Dorda en su blog.
Ningún grupo de insectos ha sido tan admirado por la gente como el de las mariposas diurnas (Lepidópteros Ropalóceros). Son el sinónimo de la belleza y de la delicadeza. Representa, además, uno de los mejores ejemplos de co-evolución entre animales y plantas. Cada mariposa obtiene el néctar de la flor de una determinada especie de planta y mientras se alimenta, de flor en flor, favorece la polinización cruzada. Todo un ejemplo de cooperación.


Cuando el sol ya estaba en lo alto descendimos con renovadas fuerzas y convencidos que es necesario conservar nuestras montañas, porque son ecosistemas muy frágiles y de una riqueza extraordinaria que se encuentran cada vez más amenazados.

UN PASEO LUNAR

Cuando cae la noche.



En este mes de julio se cumplen 40 años de la llegada del hombre a la Luna, una de las mayores gestas de la humanidad. Desde Grajera Natural preparamos un recorrido nocturno para celebrarlo.
Salimos el día 3 a las 23:00 horas desde el parque de El Palomar. Las condiciones atmosféricas eran ideales, lo que se dice una noche tranquila y agradable, sin viento y con una temperatura óptima. Unas 15 personas, niños y mayores, asistieron a nuestro particular paseo lunar. Llevábamos linternas, pero su uso se limitó, para disfrutar de la actividad con toda intensidad y con todos los sentidos. Las noches de Grajera son impresionantes.
La Luna estaba bastante crecida y nos proporcionaba la luz necesaria para avanzar sin problemas. Bajamos por el camino que va desde El Palomar a la chopera del arroyo Seco. Aquí, nuestras sombras se fundían con las del bosque de ribera y mientras avanzábamos escuchábamos los agudos chirridos de los murciélagos. Llegamos al puente del manantial y desde aquí tomamos el camino hacia el robledal. Es asombroso lo bien que se anda de noche con la luz de la luna. Alrededor, los campos de cultivo secos, aparecían como manchas claras extensas. Mientras subíamos la cuesta encontramos los primeros robles melojos, cuyas hojas palpamos para notar la suave pelusa que cubre su envés. La magia del bosque nos salía al encuentro: sombras, incertidumbres, ruidos donde no los hay...
A medianoche ya estábamos llegando al ramal de la cañada real Soriana, que cruza el robledal y nos acerca a la charca que llaman de la cigüeña. Un agradable olor a poleo nos hizo acercarnos a su orilla. El agua no se distinguía al estar colmatada por diferentes plantas.
Aquí descansamos y, al mirar al cielo tan inmenso y estrellado, nos sentimos fundidos con ese paisaje nocturno de luna y sombras. Distinguimos diferentes constelaciones dominadas por la estrella más brillante: Vega de Lyra. Mientras, respiramos profundamente y disfrutamos de esos momentos de naturaleza pura. Y comprendimos que somos seres sociales, pues a nadie le hubiera gustado haber venido solo. Nos sentimos acompañados los unos de los otros.
La oscuridad de la noche nos hace despertar los otros sentidos.
La noche nos deja solos e indefensos, no es nuestro medio. Somos animales ópticos y cuando el sentido de la vista se limita surgen miedos e inseguridades compensibles, sólo disipados por la presencia cercana de nuestros semejantes.
Regresamos de nuestro paseo lunar satisfechos por la experiencia y nos sentimos astronautas en la Tierra.